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viernes, 13 de mayo de 2016

¡Infiltrada!

Hace pocos meses, tuve la oportunidad de participar en un curso diseñado para docentes; concretamente el curso Web 2.0 como recurso pedagógico, impartido por el Instituto Nacional Superior del Profesorado Técnico de la Universidad Tecnológica Nacional (INSPT-UTN).

Supuso un reto poder seguir el temario, fueron ocho semanas intensas, pero al mismo tiempo, una experiencia muy enriquecedora que me ha permitido conocer un poco más de cerca distintas propuestas educativas que plantean no solamente la inclusión de herramientas TIC para mejorar el aprendizaje de los alumnos, sino nuevas formas de acercar el conocimiento a los alumnos que, en determinadas ocasiones, pueden resultar mucho más efectivas que la simple transmisión de estos conocimientos.

Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre el punto de inflexión que estamos viviendo en cuanto al diseño de nuevos modelos educativos, y he querido acercaros algunas de las sensaciones que he tenido.

Sirva como adelanto que, he de decir, no me queda más remedio que quitarme el sombrero ante todos los educadores que, paulativamente, están incorporando estas nuevas formas de entender la educación.

Muchos de nosotros utilizamos habitualmente las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en todo tipo de situaciones de nuestro día a día. Sin embargo, incorporarlas en la educación supone incorporar al mismo tiempo un contexto en el que el uso de estas tecnologías resulte coherente. Y, por sorprendente que parezca, no ess fácil encontrarlo. Usamos la ecnología para trabajar más y mejor, para acilitar nuestras transacciones... Sin embargo la misión de alguien que está aprendiendo es aprender. No es algo que se pueda medir en términos de productividad. De manera que intentar adaptar nuevas tecnologías a la enseñanza puede suponer en algunos casos una transformación total de la metodología docente. Encontrar la información que necesitamos en segundos con una simple conexión a Internet es un recurso valiosísimo que ha transformado nuestras vidas. Pero si lo que se exige a un estudiante es que aprenda lo que su profesor le explica en clase, no tendrá demasiada necesidad de utilizarlo. Y si hablamos del uso de herramientas más específicas, esta contradicción crece aún más.

Es probable que la docencia sea una de las pocas profesiones que existen en la que, la incorporación de las nuevas tecnologías, no agilizan y facilitan el trabajo. En muchos casos, la actividad docente se vuelve más compleja; de manera que se hace imprescindible valorar si el aprendizaje de los alumnos se verá significativamente mejorado, hasta el punto de justificar esa mayor complejidad. Porque es verdad que no puede tratarse el uso de nuevas tecnologías como una asignatura más, aislada del resto. Cuando nos ponemos frente a la pantalla de un ordenador nuestra finalidad no es utilizarlo, como algo abstracto. Únicamente nos sirve de instrumento para una finalidad distinta en cada momento. Es lógico pensar que, el hecho de introducir nuevas tecnologías en la educación no se considere una finalidad, sino un instrumento de trabajo que ya se ha extendido prácticamente a todos los otros ámbitos de nuestras vidas.

Y para rematar la faena, la implementación de nuevas fórmulas de aprendizaje y docencia no siempre van de la mano con las exigencias de nuestro ritmo de vida. En muchos casos, supondrán un aumento de la carga de trabajo tanto para docentes (que no suelen ver reconocida), como para los alumnos (que en muchas ocasiones tienen una agenda sobrecargada de actividades para compatibilizar las ocupaciones de sus padres o responsables con sus cuidados). Y además, se echa de menos una adaptación de los planes de estudios que permitan suficiente flexibilidad a los centros docentes para racionalizar los contenidos y poder prestar de este modo más atención a la adquisición de habilidades complejas (a pesar de que las autoridades gubernativas no parecen estar por la labor). 

Como veis, con este estado de cosas, no es nada fácil encntrar la forma de moddernizar la educación para que deje de ser ese ámbito que no parece avanzar con la sociedad. Espero haber podido dar alguna idea que ayude a entender a quienes, como yo, no se dedican a la docencia, por qué es tan difícil esta tarea.

Y por supuesto, se me plantean más dudas, como suele suceder que cuando uno ve un poco más de cerca un tema que desconoce.

A pesar de que se están llevando a cabo grandes esfuerzos para transformar la docencia en las etapas primarias y secundarias, cuesta hacerse una idea de la formación específica que se está ofreciendo en el ámbito universitario. Parecería lógico, por ejemplo, que un futuro cirujano terminara sus estudios conociendo unas bases mínimas de robótica, teniendo en cuenta que estas tecnologías se están utilizando ya en los quirófanos más avanzados del mundo. ¿Se está empezando ya a preparar a las próximas generaciones de profesionales para el mundo laboral que encontrarán en breve?

Sólo me queda agradecer a Cristina Velázquez que me diera la oportunidad de participar, y a Natalia López, tutora del curso, la interminable paciencia que gastó para ayudarme a enfocar correctamente lo que iba aprendiendo, que fue mucho.

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