Está claro que diseñar un curso no puede ser tarea fácil. Si encima el medio por el que se va a seguir es telemático, la dificultad se multiplica. Y si su acceso es abierto y escalable, y no se tiene certeza del alumnado que lo seguirá, que sea un éxito es una proeza.
Partiendo de esta base, he detectado algunos errores que se repiten más a menudo de lo que cabría esperar y que pueden llegar a arruinar cualquier curso.
- Pruebas de conocimientos previos puntuables en cursos que NO exigen conocimientos previos.
Aunque de entrada ya parece un sinsentido, la estructura de algunas plataformas de formación hace qe este error se produzca a menudo, por lo menos, en el caso de MOOCs.
Hay que decir que no suele tratarse de pruebas difíciles (aunque en este aspecto el punto de vista dependerá de cada uno), pero la sola posibilidad de impedir a un alumno finalizar con éxito un curso por falta de unos conocimientos previos que no se contemplaban en su descripción es bastante incoherente como para eliminar completamente esa posibilidad.
Por otra parte, parece muy lógico que en un tipo de enseñanza experimental el profesorado quiera conocer los conocimientos previos de sus alumnos para poder evaluar su proyecto, pero parece mucho mas razonable utilizar para ello cuestionarios no sometidos a evaluación, aunque para ello eba acudirse a alguna herramienta externa (como Google Forms o cualquier otra de funcionalidades similares).
Y por supuesto, llegaríamos a la misma conclusión en el supuesto e que, aunque sí se exijan unos conocimientos previos, se establezca ya de entrada una prueba que exceda los que se hayan requerido. - Actividades o ejercicios que no están relacionados con la teoría que se ha expuesto o los conocimientos que se han compartido.
Generalmente, nos apuntamos a cursos para aprender sobre aquello que desconocemos, y los ejercicios prácticos sobre lo que estamos aprendiendo ayudan a fijar conocimientos, detectar aspectos que han quedado cojos en nuestra forma de entender los conocimientos que nos han transmitido y poner en práctica nuevas rutinas acordes con aquello que hemos aprendido. Pueden representar muchísimas ventajas, y a todos suele gustarnos ver que somos capaces de hacer algo de lo que antes no éramos capaces. Pero si los ejercicios que se plantean no están directamente relacionados con aquéllo que se está intentando enseñar, sólo suponen una carga.
Con esto no quiero decir que necesariamente deban plantearse ejercicios únicamente relacionados con la temática central del curso, porque muchas veces puede haber materiales complementarios que pueden resultar incluso más enriquecedores, y dar más juego a la hora de plantear alguna actividad. Me estoy refiriendo a ejercicios que no se corresponden ni con los temas expuestos, ni con los materiales complementarios propuestos; por mucho que pueda tratarse de temáticas afines o que no deban representar problemas para el público al que va dirigido. Si no es útil para mejorar el aprendizaje que se pretende, no tiene ningún sentido. - Cierre o bloqueo de los espacios de interacción sin plantear alguna alternativa.
Existen muchísimos espacios virtuales en los que se puede desarrollar un curso, y cada uno tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Los espacios de interacción que ofrece cada medio también pueden variar mucho, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativo, y quien está interesado en seguir un curso tiene en cuenta este aspecto entre otros a la hora de decidir su inscripción, y si la realiza, se adapta a los espacios que se le ofrecen. Sin embargo existen casos en los que, existiendo espacios en los que interactuar, los docentes optan por cerrarlos absolutamente, sin ofrecer ningún tipo de alternativa para que los alumnos puedan tener comunicación entre ellos, formular cuestiones, sugerencias...
Si al docente no le gustan los medios a su alcance en la plataforma que haya elegido (sin entrar en el motivo que haya podido hacer que escoja esa plataforma) siempre puede plantear un espacio alternativo, un grupo en cualquier red social o incluso una simple etiqueta para facilitar el diálogo entre quienes estén interesados en mantenerlo.
Desde mi punto de vista esta forma de proceder convierte un curso, en el mejor de los casos, en un tutorial. En otros, simplemente no puede alcanzar su objetivo, porque convierte lo que debería ser una actividad de enseñanza-aprendizaje en simplemente enseñanza. Lo interesante de la enseñanza es el aprendizaje, y sin él, no tiene razón de ser. De modo que antes de convertir un curso en un monólogo, siempre será preferible compartir los conocimientos publicando un libro, editando un tutorial, dictando una conferencia, o por cualquier otro medio que no implique un compromiso del alumno que el profesor se niega a asumir. - Adaptaciones de libro a curso.
Todos nos hemos enamorado alguna vez de un libro. Y en ocasiones, los temas que trata son lo bastante interesantes como para plantearse basar un curso en la temática del libro. Pero seamos francos; para cada tipo dde contenio existe un formato ideal. Y salvo contadas ocasiones, el formato ideal para el contenido de un libro no es otro que el libro.
Es evidente que nada impide centrar un curso en la misma temática en la que se ha basado un libro. Pero una adaptación directa produce una cantidad de información accesoria excesiva, una estructura que no siempre es la mejor para aprender y muy poca flexibilidad. Además, multiplica inútilmente el tiempo necesario para obtener la misma información, a la vez que obliga innecesariamente a seguir un calendario. De manera que tal vez la mejor forma de difundir un libro es, aparte del libro mismo, cualquier versión interactiva del mismo, pero sin convertirlo nunca en lo que no es. Aunque el objetivo sea transmitir conocimientos en ambos casos, suele tratarse de formatos completamente incompatibles. - Falta de atención a problemas técnicos, cuando éstos afectan gravemente al seguimiento del curso.
Los errores técnicos son habituales cuando se trabaja con tecnología (prácticamente inevitables, diría yo) y es habitual encontrar avisos al profesorado sobre cuestiones completamente ajenas a sus funciones, que es comprensible que no siempre atiendan. Sin embargo, en ocasiones los problemas pueden llegar a afectar seriamente el seguimiento de un curso.
En estos casos el profesorado no puede limitarse a manifestar que se trata de un problema técnico que le es ajeno, porque sin duda dispone de más recursos que los alumnos para solicitar a quien corresponda que preste atención a esos problemas. Ya sabemos que la solución no será inmediata, y que cuando se dé una respuesta una parte importante del alumnado no se dará por enterada y seguirá planteando el mismo problema una y otra vez. Pero los alumnos que estén realmente interesados en el desarrollo el curso estarán alerta al seguimiento que se haga de este tipo de problemas y seguro que agradecerán algún tipo de implicación, por mínima que sea.
Aunque todos hemos encontrado fallos de este tipo al inscribirnos en un curso en línea, muchas veces no se tienen en cuenta a la hora de valorar el alcance el proyecto. ¿Qué podemos hacer los alumnos?
Soy partidaria de darlo a conocer siempre que se pueda para que este tipo de errores puedan solucionarse (por supuesto, siempre de la forma más respetuosa que nos sea posible). No se trata de quejarse, se trata de hacer notar la existencia de un error grave. Pero esto no siempre es posible, o aunque lo sea, en ocasiones podemos intuir que nuestra opinión no será bien recibida.
En estos casos, creo que la mejor opción es solicitar la baja del curso en vez de limitarnos a abandonarlo. Un docente nunca sabrá por qué sus alumnos no terminan el curso que ha diseñado si no se le manifiesta el motivo, pero menos aún si los alumnos inscritos se limitan a abandonar.
Solicitar la baja de un curso es una manifestación clara de que no se cumplen nuestras expectativas, y de declarar que no es desidia o desinterés lo que hace que no se termine de cursarlo, sino el haber observado que por algún motivo no es lo que esperábamos. No es mucho, lo sé. Pero a caminar se empieza dando un primer paso, y hacer saber que algo falla ya es más que limitarnos a apagar nuestro dispositivo.
Estupendo análisis, estaría bien que las muchas plataformas de MOOCs que hay por la web tomaran nota, para mejorar la estructura y diseño de los cursos y centrarse en las temáticas a tratar sin aburrir a muchos de los alumnos inscritos.Ya hay docentes que lo aplican con resultados excelentes que hacen que algunos de nosotros "repitamos" alguna vez y lo recomendemos a todo el mundo.
ResponderEliminarSaludos ;)
¡Gracias José!
EliminarA decir verdad se están haciendo muchísimos cursos de mucha calidad. Los que contienen fallos de este tipo afortunadamente son una excepción. Pero creo que se repiten bastante a menudo como para que se tengan muy en cuenta.
¡Saludos!
Buen anàlisis. Profundo y contextualizado a nuestra época en donde muchos docentes deseamos enfilarnos en posgrados
ResponderEliminarRaquel diste en los puntos neurálgicos, se evidencia que eres "una ratona" de los MOOC. Ójala las los técnicos y docentes de las plataformas cuando lean esta entrada tomaran los correctivos del caso como mejora continua de las mismas y para nuestra satisfacción como "alumoocs" (me inventé un término). Saludos
ResponderEliminarNo pongo en duda la calidad de estos cursos: raro ver uno que no cumpla con mis expectativas.
EliminarPero el profesor de estos MOOCs, debería estar más involucrado en su evolución, una vez abierto los plazos.
Se nota, y mucho, cuando éste contagia al alumno con su motivación y su ilusión.
Es importante que tenga en cuenta la opinión del alumno para mejorar futuras ediciones.
Si estuviesen más relacionados entre sí, podrían hacer balance de los puntos fuertes y débiles de su propio curso. Incluso para poder solventar las posibles carencias de la plataforma en la que se encuentran. Pero parece que ésto brilla por su ausencia...
Importante resaltar aquéllos que ponen todos los medios a su alcance, para conexionar con, y entre los alumnos. Éstos son los que prometen éxito seguro!!
Raquel, fantástico artículo
Saludos :)